miércoles, 4 de junio de 2008

¿Dónde está hoy el enfoque sistémico?

Ps. Marco Barrientos Segura

Hace casi 20 años atrás llegó a mis manos, el libro “Cambio” de Watzlawick. En esa época estaba terminando el pre-grado y tenía la clara sensación de que carecía de los conocimientos y la formación necesaria para ejercer la psicoterapia. Sentía la urgencia de tener que formarme como terapeuta y, a la vez, tenía la sensación de que ninguno de los enfoques psicológicos que me habían enseñado en la Universidad me convencía del todo.

La lectura de ese libro me fascinó. El lenguaje que utilizaba Watzlawick, y la claridad y lucidez de sus observaciones me maravillaron. En la Universidad nunca tuve un curso sobre enfoque sistémico, por lo que entrar en el mundo de las interacciones, las paradojas, los conjuntos, los tipos lógicos, las relaciones con otras ramas del conocimiento y otras ideas que parecían sofisticadas y elegantes a la vez que hermosamente simples, me deslumbraron. El enfoque sistémico me pareció una corriente de aire fresco cargado de un tono de optimismo que contrastaba con los estilos lúgubres, cientificistas o trascendentes de los enfoques psicológicos que había estudiado en la Universidad.

Fue a raíz de ello que decidí convertirme en “sistémico”.

Cuando conseguí la entrevista para ingresar a la formación en el ITF, Fernando Coddou me preguntó porqué me interesaba trabajar con familias. Fue una pregunta incómoda porque yo quería ser un terapeuta sistémico, pero me veía como un terapeuta individual, algo que en ese momento la formación no ofrecía.

En el tiempo en que inicié mi formación sistémica había una cierta efervescencia en el ambiente. Un año antes el Family Process había publicado un artículo de Lynn Hoffman en el que ella daba por superados los planteamientos de Maturana a quien describía como solipsista, planteando que la Teoría Biológica del Conocimiento era una forma de entender lo que ocurría dentro de las cabezas de las personas, pero no lo que ocurría en el complejo mundo de la interacción social. Lo que se había iniciado en la década de los 50 con las ideas tomadas desde la Teoría General de Sistemas y la Cibernética, pasando por los planteamientos Batesonianos y luego por el giro de lo que Margaret Mead y Heiz Von Foester llamaron la “Cibernética de segundo orden”, con la consecuente aparición del constructivismo en el campo sistémico, parecían, según Hoffman, quedar atrás en un nuevo contexto post moderno. Las antiguas certezas se desmoronaban, dando pie a la necesidad de que los terapeutas aclarasen sus posturas personales y políticas, en un esfuerzo de integrarse al proceso de creación social de la realidad en el lenguaje, que también se expresa en el campo de la terapia.

En ese artículo la propia Hoffman, en una especie de confesión, planteaba que los “lentes” que ella usaba en estos procesos sociales de construcción de la realidad eran la cibernética de segundo orden, la perspectiva feminista y el construccionismo social, de Kenneth Gergen.

Es probable que este artículo haya contribuido a aclarar de manera más o menos definitiva la diferencia entre construccionismo social y constructivismo, haciendo aparecer a Gergen en la escena terapéutica sistémica bajo el nombre de terapias narrativas o terapias colaborativas.

Por lo menos en los círculos sistémicos en los que me desenvolvía en los 90, estas ideas y la distancia que mostraban con la Teoría Biológica del Conocimiento, generaban acalorados e intensos debates teóricos que muchas veces se zanjaron echando mano a la idea de que en el post modernismo las prácticas terapéuticas se derivaban más bien de un nivel epistemológico que teórico.

No supe de otra publicación de Lynn Hoffman y en el tiempo posterior estos debates sobre “teoría sistémica” parecieron extinguirse, quizá ahogados por la agobiante percepción de caída de las utopías y la cada vez mayor certeza de que en el post modernismo no existían certezas.

En 1998 la revista Sistemas Familiares publicó un artículo de Salvador Minuchin en que se preguntaba “¿Dónde está la familia en la terapia familiar sistémica?”, dando ejemplos de terapeutas familiares narrativos que hacían terapia familiar sin citar a la familia a las sesiones, trabajando con las representaciones mentales de la familia de una persona e introduciendo variables de tipo político (como por ejemplo la realidad de la segregación de la población afroamericana en USA) en la conversación terapéutica. Minuchin se preguntaba dónde habían quedado las viejas prácticas de la terapia familiar, en las que era necesario tener a la familia frente al terapeuta para trabajar.

Creo que en los 2000 no hemos visto desarrollos innovadores de la teoría sistémica. Los números del Family Process suelen llenarse de artículos que exploran la aplicación de la terapia familiar a diagnósticos específicos (p.e. el número de marzo de 2008 está dedicado a familias con asma), las publicaciones parecen haber adoptado las ideas del construccionismo social como corriente principal, mientras el enfoque sistémico explora otros campos menos obvios hace algunos años atrás: ahora la formación sí contempla la terapia individual sistémica.

¿Hacia dónde se desarrolla hoy el enfoque sistémico?, ¿cuáles son los autores que lideran ese desarrollo?, ¿existe aún el elegante hábito de llevar el comportamiento de organismos y sistemas al nivel de sofisticadas reflexiones teóricas, paradigmáticas o epistemológicas?, ¿o será que el post modernismo ya no nos permite avanzar en esa dirección?...